Hoy nos vamos a poner en plan National Geographic y vamos a realizar una entrada arqueológica. El arte japonés no siempre ha estado centrado en la pintura, sino que desde muy antiguo ha girado más en torno a la escultura y la alfarería. En este campo, son dos los tipos de figuras que más han impactado en la cultura japonesa y cuya imagen ha perdurado hasta nuestros días, adaptada en muchos casos a versiones más acordes al mundo moderno. Éstos son los haniwa y los dogū.
Los haniwa son figuras de terracota creadas para usar en rituales, y enterradas como objetos funerarios durante el período Kofun de la historia de Japón (siglos III a IX d.C.), durante el cual se desarrolló una clase aristócrata de gobernantes militares, que quedaron representados con los haniwa. Los haniwa más importantes se encontraron en Honshū, especialmente en la región Kinai, y la parte norte de Kyūshū. Debido a que muestran la vestimenta, arquitectura y herramientas de ese periodo, estas esculturas constituyen un archivo histórico de gran importancia. Aunque estamos acostumbrados a ver las variantes más simples, lo cierto es que el rango de modelos incluye también esculturas muy elaboradas y con muchas formas: cumpliendo su función de ofrendas, no sólo se mostraban con figura humana, sino que también se han encontrado algunas con forma de animales, de casas, de armas o de objetos cotidianos.

Ejemplo típico de shakōkidogū
El otro ejemplo de arqueología nipona son los dogū, unas figuras humanoides mucho más antiguas que los haniwa, ya que datan del periodo Jōmon (14.000 a 400 a.C.). Muchas de estas figuras tienen pechos, cinturas estrechas y caderas anchas, lo que hace pensar que representan a mujeres y a diosas. La mayoría de estas figuras de arcilla se han encontrado en el este del país y su función sigue siendo poco clara, pero muchas teorías apuntan a que se crearon como contenedores mágicos. Por ejemplo, si una persona estaba enferma podía transferir su dolencia a la escultura y luego destruirla, liberándose así del problema que tuviera. El tipo de dogū más conocido es sin duda el shakōkidogū, que destaca por tener unos ojos muy grandes y entrecerrados. Los expertos en arte opinan que la forma de las figuras las asocia con ritos chamanes y de fertilidad, y que el hecho de haber encontrado pocas enteras se debe a que se arrancaba alguna de las extremidades para completar las ceremonias.

El cactilio es la versión más famosa de los haniwa
Aunque no lo parezca, estas figuras siguen estando muy presentes en la cultura popular nipona. De hecho, los haniwa son una imagen bastante común en el mundo del manganime y los videojuegos. Ejemplos de ello serían los gyroides de la serie Animal Crossing, los soldados de terracota del juego Dragon Quest IX o uno de los increíbles panes que inventa el panadero Azuma Kazuma en el manga Amasando! Japan. Aunque posiblemente, el ejemplo más conocido serían los cactilios de la serie de juegos Final Fantasy, basados claramente en la forma de los haniwa más simples. En cuanto a los dogū, no podemos decir que tengan menos presencia que sus compañeros de museo. Sin ir más lejos, los pokémon Baltoy y Claydol, así como el digimon Shakkoumon, están basados en los dogū. Phobos, uno de los luchadores de la serie Darkstalkers, también está diseñado a imagen de estas antiguas figuras.
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