Mucho tiempo después de la aventura de Ōkuninushi, Amaterasu le pidió a su nieto Hikono-no-Ninigi que gobernara el mundo terrenal y le otorgó los tres tesoros sagrados que poseía: el collar de magatama (Yasakani-no-Magatama), el espejo de bronce (Yata-no-Kagami) y la espada que le entregó su hermano (Ama-no-Murakumo-no-Tsurugi). Los dos primeros tesoros se usaron para sacar a la diosa de su encierro en la caverna de Amano-Iwato, mientras que la espada fue encontrada por Susanoo en el cuerpo del dragón Orochi tras su combate con éste. Los tres objetos son ahora el tesoro imperial de Japón, guardado por la familia imperial hasta nuestros días. Por su importante valor, se ha ocultado siempre su ubicación exacta, pero es de conocimiento público que la espada se halla en el templo Atsuta de Nagoya, que el magatama está en el palacio imperial de Tokio y que el espejo se encuentra en el santuario de Ise, en la prefectura de Mie.
Acompañado por su hermana Uzume, Ninigi bajó a la Tierra para cumplir con su misión, y llegó al lugar donde ocho caminos se extienden hacia cada uno de los puntos cardinales. Mientras dudaban sobre la senda a elegir, apareció el temible guardián que protege el puente celestial. Ninigi se asustó mucho al verle, al contrario que Uzume, quien se mostró impasible. Sorprendido por la indiferencia de ésta, el guardián decidió ayudarles indicándoles el destino de los caminos. El joven dios quedó muy agradecido por su auxilio y le ofreció la mano de su hermana, que aceptó de buen grado.

Ninigi se casó con la princesa Konohana Sakuya, convirtiéndose en mortal
Ninigi viajó hasta Himuka, donde encontró por fin su palacio. Allí conoció a la princesa Konohana Sakuya, hija de Ohoyama, y se enamoraron el uno del otro. El padre estaba encantado con ofrecerle a cualquiera de sus dos hijas, Iwanaga o Sakuya, pero Ninigi eligió a la segunda y rechazó comprometerse con su hermana. «Iwanaga está bendecida con la eternidad y Sakuya con la prosperidad», le dijo Ohoyama lamentando su elección. «Si rechazas a Iwanaga, tu vida será corta de ahora en adelante». «Así sea», le respondió el yerno, y es por esto que tanto él como sus descendientes se convirtieron en mortales.
Pasado un tiempo, Sakuya se quedó embarazada de sus primeros hijos una noche en que Ninigi estaba ausente, y éste dudó de que los niños fueran suyos. Para probar la legitimidad de los bebés, Sakuya decidió ponerlo en manos de la suerte. Prendió fuego a su habitación y afirmó «Si vivimos, comprobarás que son tuyos». Madre y niños sobrevivieron, y así Ninigi fue consciente de su lealtad. Los nombres de los trillizos fueron Hoderi, Hosuseri y Hoori. Tiempo después, él y sus descendientes lucharon al sur de Japón para hacerse con el control de la zona y así fundaron la dinastía imperial de Yamato.
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