Quizás no hayáis pensado nunca en ello, ¿pero sabíais que muchas de las series animadas de los ’70 y los ’80, que tanto éxito tuvieron en televisión, procedían en realidad de Japón? La responsable de estas producciones fue Nippon Animation, cuya historia está llena de títulos más que conocidos por el público español. La susodicha procede en realidad de la compañía Zuiyo Eizo, un estudio de animación que produjo varias series muy populares durante los ’70. La más famosa de ellas es probablemente Heidi, que no sólo tuvo un grandísimo éxito en Japón, sino que unos años más tarde llegaría a Europa con el mismo resultado. Sin embargo, Zuiyo Eizo no tardó en verse con el agua al cuello debido a los elevados costes de producción que había tenido el anime, en especial por el esfuerzo de introducirla en el mercado occidental.
Así pues, en 1975, la compañía se dividió en dos entidades distintas para manejar la situación: la primera fue Zuiyo, que absorbió la deuda al completo y se quedó con los derechos de Heidi; la segunda fue la propia Nippon Animation, que comprendía un gran porcentaje del equipo de animación de Zuiyo Eizo. El estudio se fundó oficialmente en junio de 1975 bajo la dirección del presidente Koichi Motohashi, y no tardó en crear sus primeros títulos propios de éxito. Entre ellos se encontraban series como La abeja maya o El perro de Flandes, marcando ésta última el inicio de la colección World Masterpiece Theater. A finales de década, en plena producción de Ana de las Tejas Verdes, un joven Hayao Miyazaki abandonó el estudio para encargarse de la película El castillo de Cagliostro, basado en el personaje Lupin III de Monkey Punch.
Isao Takahata, la otra mitad de Studio Ghibli, también llevaba años trabajando para la Nippon Animation, pero debido a su triunfo con Heidi, se quedó un tiempo más para dirigir el anime de Ana. El estudio aprovechó el dinero que había ganado con su inversión en Europa y pensó que se trataba de un continente muy rentable para explotarlo con sus series, así que decidió tirar de la cuerda y seguir produciendo animes basados en historias de la literatura occidental. De esta idea surgieron producciones como El bosque de Tallac o Banner y Flappy, ambas basadas en relatos del escritor Ernest Thomson Sheton. Y es aquí, en este punto, donde Japón y España se dan la mano para formar una de las asociaciones más importantes de los ochenta. BRB Internacional fue la encargada de distribuir en nuestro país muchas de estas series, y no tardó en darse cuenta del gran tirón que tenían entre los más pequeños.
TEMAZO donde los haya
A raíz de este fructífero entendimiento, la española convenció a la Nippon para coproducir varias series que se harían muy famosas al poco de su estreno. D’Artacan y los tres mosqueperros fue la primera de ellas, y demostró que la alianza había valido la pena. A ésta le seguirían Ruy, el pequeño Cid y La vuelta al mundo de Willy Fog, siendo la segunda un éxito rotundo en televisión, que aportaría muchos beneficios a BRB en cuestión de merchandising. Más tarde, Nippon Animation probó suerte con otros países, aunque no logró el mismo resultado. Durante un tiempo siguió apostando por adaptaciones de la literatura occidental, lanzando títulos como Mujercitas o Sonrisas y lágrimas, pero poco a poco fue abandonando esta tendencia en pro de la nueva demanda de aventuras fantásticas.
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