Aquí venimos con otra de las obras más notables del dios del manga. Duke Goblin (Goblin Kōshaku) se publicó en septiembre de 1985 en la revista Shonen Champion de Akita Shoten, y es uno de los cómics de ciencia-ficción más recordados del autor. A lo largo de los dos tomos de los que se compone, la historia presenta una aventura con un protagonista malvado, algo que no era nuevo en los manga de Tezuka, pero que impacta por el carisma que desprende y por la forma en que evoluciona el personaje. De nuevo, se trata de un título que pocos occidentales conocerán, pero que llegó a ser muy conocido en Japón y una de las obras más emblemáticas en la última etapa del artista, antes de fallecer pocos años después.
Un chico llamado Chinki ve el futuro en uno de sus sueños. En él aparece un enorme gigante de bronce con el nombre de Todaiki, que fue creado en la dinastía Yin de China unos 3000 años atrás. Para los antiguos chinos, el coloso era una deidad protectora, pero en realidad se trata de un robot destructor con poderes psíquicos. Chinki se obsesiona con encontrar a este dios del caos, y en su búsqueda conoce a Aiai, una chica con poderes sobrenaturales. El joven descubre que ella puede activar al gigante con su habilidad, aunque Aiai aún no sabe que posee este poder. Cuando por fin llegan hasta Todaiki, el alma de la chica se introduce accidentalmente en la enorme deidad, que empieza a moverse contra su voluntad y destruye un pueblo cercano. Chinki decide que conquistará el mundo con la fuerza apocalíptica del gigante y se da a conocer como Duke Goblin, azote de la humanidad, pero no tardará en encontrar opositores en la forma de Tenran, un monje budista, y Kanichi, un chico que ama a Aiai.
Duke Goblin nació como una de las últimas obras que firmó el genio japonés durante su carrera, pero se estableció como uno de sus clásicos de la ciencia-ficción, que además cuenta con uno de los elementos más habituales de Tezuka: la mezcla de fenómenos sobrenaturales e historia. Al autor le encantaba introducir elementos fantásticos en contextos de civilizaciones antiguas, y aquí tenemos un estupendo ejemplo de esa manía, que también se refleja en otras obras como Mitsume ga Tooru o Marine Express. Otro punto notable es el personaje de Chinki, que a diferencia de otros villanos protagonistas como Rock, es genuinamente malvado. Su carácter frío y megalómano choca con su debilidad física, creando un contraste muy curioso. Quizás por eso es uno de los personajes que más ganas tenían de ver de nuevo los lectores de Tezuka, aunque por desgracia, no fue posible.
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