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Archive for the ‘Manga’ Category

Reconocido como uno de los diseñadores más influyentes en el mundo de la animación japonesa, Yoshikazu Yasuhiko lleva ya más de 40 años trabajando en la industria como diseñador, animador y director, pero cabe destacar que no es menos famoso dentro del mercado del manga, donde también ha realizado trabajos de lo más memorables. Yasuhiko nació en la ciudad de Engaru, Hokkaido, en diciembre de 1947. Tras abandonar sus estudios en la Universidad de Hirosaki, encontró trabajo en el estudio Mushi Production dirigido por el célebre Osamu Tezuka, donde realizó labores de diseño y animación en series como Sasurai no Taiyō (1971).

Mobile Suit Gundam

Poco después, empezó a trabajar de forma independiente para varios estudios de animación. Así fue cómo tuvo la oportunidad de participar preparando los storyboards de la famosa Space Battleship Yamato (1974), que le aportaría gran éxito profesional y que se convertiría en una de las series más importantes durante los años setenta. Sin embargo, no sería este el título más importante en su currículum: unos años más tarde, en 1979, el director Yoshiyuki Tomino le brindaría la oportunidad de realizar los diseños de su nueva obra, Mobile Suit Gundam, que revolucionaría por completo la concepción del anime como tal y que inició un tremendo boom por las historias de robots y de ciencia-ficción en general. Posteriormente, serían las películas Arion (1986), basada en un manga propio, y Venus Wars (1989) las que mantendrían viva la fama de Yasuhiko dentro del panorama otaku japonés. Yuusha Raideen (1975), Muteki Chōjin Zambot 3 (1976), Crusher Joe (1983) y Kyōshin Gorg (1984) completan la lista de las obras más importantes en las que ha metido mano nuestro ilustre artista.

Dirty Pair

Así mismo, y como ya hemos comentado, el manga conforma también un elemento importante dentro de su historial. Destacan especialmente las obras centradas en personajes históricos (reales o no) que repasan la vida de estos de forma muy interesante: algunos de sus protagonistas son Alejandro Magno, Juana de Arco, Jesús o el mismísimo Trotsky, demostrando así que la fantasía futurista no es lo único que se le da bien. Como ilustrador, también ha aportado su granito de arena realizando las portadas y diseños para varias novelas como la serie Dirty Pair de Haruka Takachiho o nuevas ediciones de clásicos como La Odisea de Homero, e incluso para algún que otro videojuego como la versión japonesa de Might & Magic.

Su último proyecto importante le ha permitido reencontrarse con la serie que le hizo famoso: Mobile Suit Gundam: The Origin es un remake que amplía la historia original y le otorga una nueva identidad, incluyendo todo lo que hizo grande a la serie pero adornado con el estupendo estilo que el autor ha ido desarrollando a lo largo de su carrera. Actualmente se encuentra enfrascado en la publicación de Yamato Takeru -Joshō-, la historia del duodécimo emperador de Japon que es protagonista de varias leyendas durante el siglo VIII.

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Masakazu Ishiguro no es lo que se dice un autor de primera línea, pero os aseguramos que es un grande de la ciencia-ficción. Quizás el problema es que muchas de sus obras se han publicado en revistas de menor repercusión, e incluso alguna es autoeditada, pero no por ello hay que hacerles caso omiso. Este volumen del que hoy hablamos, Getenrou, es un recopilatorio de historias cortas que se fueron publicando en la Mephisto de Kodansha desde agosto de 2008 hasta el verano de 2011, y es un buen exponente de lo que puede ofrecernos este hombre. Misterio, suspense, humor y ciencia-ficción en un cóctel que lo tiene todo para atrapar al lector.

El edificio Getenrou está habitado por inquilinos a cada cual más curioso. Mientras en uno de los pisos vive un chaval obsesionado por conseguir revistas eróticas con sus amigos, en otro puede estar viviendo un androide o un científico especializado en biogenética. Lo curioso es que aunque todos tienen su historia, parece haber un hilo conductor que las conecta a todas. La oficial de policía Saeko Sakuraba se encarga de investigar una serie de asesinatos, cuya pista le lleva hasta el peculiar bloque de pisos. ¿Qué misterios esconde y qué tienen que ver con él las muertes que se están dando en la ciudad? El caso acaba de empezar…

La verdadera gracia de Getenrou es que a pesar de estar presentado como un tomo recopilatorio de historias cortas, el autor nos sorprende enlazándolas para crear una historia única al final. Es posible que al principio sea difícil ver la conexión entre un capítulo y otro, pero según se desarrolla la trama (y sobre todo si volvemos a leer el tomo de nuevo) vemos que hay pequeños detalles que van uniéndolo todo desde el mismísimo principio. Ishiguro aprovecha bien el contexto de ci-fi en que se enmarca la acción y emplea algunos recursos que también se pueden ver en sus obras más serias, como Agape, aunque no se priva de buenas dosis del humor que tanto le caracteriza. Desde luego, parece un buen punto de partida para descubrir a este autor que sabe sorprender y divertir de forma increíble, a pesar de lo tapado que está respecto a otros dibujantes coetáneos.

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Desde hace unos meses, venimos siguiendo con mucho interés el desarrollo de un nuevo manga que desde luego nos está divirtiendo lo indecible. OnePunch-man, lo último de Yusuke Murata (Eyeshield 21) y ONE empezó a publicarse en la revista digital Tonari no Young Jump el pasado verano, y en sólo medio año se ha ganado ya una fama más que respetable. En apenas una veintena de capítulos, asistimos a una historia de acción y comedia realmente estupenda, con un humor muy de Akira Toriyama y un dibujo que nada tendría que envidiar al de Masakazu Katsura. Lo más gracioso es que estamos convencidos de que la serie ha logrado superar con creces las colaboraciones de estos dos maestros, como pueda ser Jiya, aportando algo que verdaderamente vale la pena leer.

Ciudad Z es un lugar abocado al desastre, cada dos por tres es atacada por algún monstruo con ansias destructoras que no hace más que poner en peligro la vida de sus habitantes. Uno de estos ciudadanos es Saitama, un tipo cuyo aspecto totalmente ordinario (olvidable, incluso) lo hace pasar por otra víctima más de los monstruos, pero en realidad se trata de una persona especial. A raíz de un ataque que vivió tiempo atrás, dedicó tres años de duro entrenamiento hasta perder el pelo y conseguir una fuerza descomunal, y ahora emplea su tiempo libre a deshacerse de las amenazas que acechan la zona. Cada vez que aparece un gigante, una quimera, un demonio o cualquier tipo de peligro, Saitama los despacha con un solo puñetazo. Así pues, con esta condición de héroe invencible, sólo hay una cosa que preocupa al joven: ¡¿por qué demonios no hay nadie que reconozca sus esfuerzos?!

La historia es un constante gag tras otro. En varias ocasiones, se recurre al típico ataque de un monstruo, que Saitama destroza con uno de sus puñetazos resultando en un final anticlimático pero totalmente hilarante. La clave es sin duda la indiferencia del héroe frente a estas situaciones de crisis, que se todavía impacta más con esa cabeza de huevo y la cara de palo que tiene, amén de los propios monstrencos y súper héroes, cada uno más ridículo que el anterior. Desde luego, estamos seguros de que OnePunch-Man llegará muy lejos y pronto dará mucho de qué hablar, sólo hay que esperar a que el boca a boca publicite un poco más la obra. Por último, no nos gustaría terminar sin destacar una vez más el increíble trabajo artístico que hace Murata, con una atención increíble por el detalle y un dibujo muy evolucionado respecto a su anterior éxito en la Shōnen Jump. Muestra de ello son las múltiples páginas dobles que emplea como recurso para dar una sensación de dinamismo impresionante, que algunos fans empiezan a recopilar en gifs animados como el de abajo para demostrar lo espectacular del efecto.

Cada fotograma es una doble página del capítulo

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El 25 de enero es un día a recordar en la historia del manga, pues es la fecha en que nació uno de los autores más emblemáticos e importantes que Japón y el mundo entero tiene el gusto de recordar. Si Osamu Tezuka es conocido popularmente con el sobrenombre de “dios del manga”, se podría decir que su pupilo y amigo es entonces el “rey del manga”, un título en absoluto desmerecido que representa bien su labor como dibujante y su relevancia en este campo. Shotaro Ishinomori (cuyo verdadero apellido era Onodera) nació en la ciudad de Tome, Miyagi, en 1938. De pequeño se le consideraba un niño prodigio, y no tardó en demostrar su habilidad con la pluma a un nivel con el que los demás chavales sólo podían soñar.

En 1950, con apenas 12 años, envió una historieta a la revista Manga Shōnen con motivo de un concurso que celebraban, una gesta que le valió la oportunidad de trabajar como asistente de Tezuka en la elaboración de Astro Boy. Tiempo después, con algo más de experiencia y los consejos de su mentor, hizo por fin su debut con el manga Nikei Tenshi (“Un ángel de segunda categoría”), que firmó con el pseudónimo de “Ishimori”: una errata que mantendría durante 30 años hasta adoptar el “Ishinomori” por el que se le conoce ahora. El joven autor vivió una temporada en el famoso edificio Tokiwa-so, y aunque empezaba a surgir el entusiasmo por la animación, decidió que tendría más oportunidades centrándose en el mercado de los cómics.

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Aquí venimos con otra de las obras más notables del dios del manga. Duke Goblin (Goblin Kōshaku) se publicó en septiembre de 1985 en la revista Shonen Champion de Akita Shoten, y es uno de los cómics de ciencia-ficción más recordados del autor. A lo largo de los dos tomos de los que se compone, la historia presenta una aventura con un protagonista malvado, algo que no era nuevo en los manga de Tezuka, pero que impacta por el carisma que desprende y por la forma en que evoluciona el personaje. De nuevo, se trata de un título que pocos occidentales conocerán, pero que llegó a ser muy conocido en Japón y una de las obras más emblemáticas en la última etapa del artista, antes de fallecer pocos años después.

Un chico llamado Chinki ve el futuro en uno de sus sueños. En él aparece un enorme gigante de bronce con el nombre de Todaiki, que fue creado en la dinastía Yin de China unos 3000 años atrás. Para los antiguos chinos, el coloso era una deidad protectora, pero en realidad se trata de un robot destructor con poderes psíquicos. Chinki se obsesiona con encontrar a este dios del caos, y en su búsqueda conoce a Aiai, una chica con poderes sobrenaturales. El joven descubre que ella puede activar al gigante con su habilidad, aunque Aiai aún no sabe que posee este poder. Cuando por fin llegan hasta Todaiki, el alma de la chica se introduce accidentalmente en la enorme deidad, que empieza a moverse contra su voluntad y destruye un pueblo cercano. Chinki decide que conquistará el mundo con la fuerza apocalíptica del gigante y se da a conocer como Duke Goblin, azote de la humanidad, pero no tardará en encontrar opositores en la forma de Tenran, un monje budista, y Kanichi, un chico que ama a Aiai.

Duke Goblin nació como una de las últimas obras que firmó el genio japonés durante su carrera, pero se estableció como uno de sus clásicos de la ciencia-ficción, que además cuenta con uno de los elementos más habituales de Tezuka: la mezcla de fenómenos sobrenaturales e historia. Al autor le encantaba introducir elementos fantásticos en contextos de civilizaciones antiguas, y aquí tenemos un estupendo ejemplo de esa manía, que también se refleja en otras obras como Mitsume ga Tooru o Marine Express. Otro punto notable es el personaje de Chinki, que a diferencia de otros villanos protagonistas como Rock, es genuinamente malvado. Su carácter frío y megalómano choca con su debilidad física, creando un contraste muy curioso. Quizás por eso es uno de los personajes que más ganas tenían de ver de nuevo los lectores de Tezuka, aunque por desgracia, no fue posible.

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Leedla.

Con eso podríamos terminar el artículo sin despeinarnos, pero es posible que un imperativo no sea la mejor forma de promocionar una obra, así que mejor os hablamos un poco más del título que encabeza estas líneas. Hoshi no Samidare, también conocido por el subtítulo de The Lucifer and the Biscuit Hammer, es un manga de Satoshi Mizukami publicado en la revista Young King OURS desde el año 2005 hasta mediados de 2010. Su extensión, de apenas 65 capítulos reunidos en 10 tomos, ha sido suficiente para dejarnos con la boca abierta por ser una de las historias más redondas que recordamos haber leído, que cumple lo que promete y que sabe presentar un desarrollo de forma magistral. Pero basta de lisonjas y vayamos a lo que interesa.

Yuuhi Amamiya es un universitario un poco huraño y pasota que no siente un especial apego hacia el mundo y la vida en general. Pero una mañana, su aburrida vida de estudiante cambia por completo cuando se despierta al lado de… un lagarto. El reptil se presenta como Noi Crezant, Caballero del Lagarto, quien le explica la misión que deberá emprender a partir de ese momento. Resulta que él y otros doce caballeros tendrán que proteger a la princesa Anima y enfrentarse a los gólems de un malvado brujo para impedir que éste destruya la tierra con el Biscuit Hammer, una maza descomunal que flota en el espacio amenazando con aplastar el planeta. La princesa en cuestión resulta ser Samidare Asahina, su vecina de 16 años que vive en el edificio de al lado y alberga el espíritu de Anima. Toda esta explicación no produce el menor interés en Yuuhi, que lo ve todo como una fantasía estúpida, hasta que Samidare le explica su propio plan: la joven quiere impedir que el brujo destruya la Tierra porque quiere hacerlo ella misma. El Caballero del Lagarto acepta su puesto ante la idea de ver destruido el mundo que tanto le disgusta, así que a partir de entonces, luchará junto al resto de guerreros, que no saben nada de este objetivo tan peculiar.

Quizás al leer esta sinopsis os parezca que la historia es una copia de Saint Seiya, pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que más allá del parecido en la premisa, no tiene nada que ver con la obra de Masami Kurumada. Hoshi no Samidare es un título muy especial que ofrece sensaciones muy distintas a las de los mangas habituales: no hay que confundirlo con un título de acción, ni tampoco como una parodia; aunque no lo parezca, es un manga bastante serio. Ésta es una historia sobre el valor, sobre la amistad, la madurez, la vida y la muerte. En definitiva, es una historia sobre los seres humanos. Que no os engañe el dibujo desenfadado que muestran las portadas, lo que se esconde dentro de los tomos es la epopeya de unos personajes muy reales cuyo atractivo reside en la gran evolución que sufren y en las motivaciones que los empujan a seguir adelante. Aunque nos haya costado descubrirlo, estamos contentos de haber encontrado un manga tan redondo a todos los niveles, y os animamos a leerlo en cuanto tengáis oportunidad.

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Hirohiko Araki cumple este año su 30º aniversario como dibujante, una celebración que se suma al 25 cumpleaños de su obra JoJo’s Bizarre Adventure en el mercado y que pone de manifiesto la relevancia que ha tenido en el mundo del manga en general. Por eso, aunque pocos, los títulos anteriores proporcionan una pequeña visión de su evolución como artista, una evolución que os aseguramos que ha sido impresionante como poco. Baoh fue su primer intento de publicación larga en la revista Shōnen Jump, y con apenas nueve capítulos recopilados en dos tomos, sirvió como prototipo para imaginar más tarde la fascinante odisea de la familia Joestar.

Una chica llamada Sumire corre desesperada por el interior de un tren en marcha. ¿El motivo? La están persiguiendo los esbirros de una malvada organización conocida como Doress. Sumire cuenta con ciertos poderes y el grupo pretende secuestrarla para experimentar con ella y convertirla en un monstruo destructor con el que amenazar al mundo, tal como han hecho ya con otros especímenes. En su huida, la chica despierta a uno de estos experimentos, un incidente que le ayuda a escapar del tren sin saber que acaba de desatar al arma biológica más poderosa que existe. Su salvador es el joven Ikuroo Hashizawa, al que Doress le implantó un parásito en el cerebro dándole el poder de transformarse en Baoh, una bestia azulada casi inmortal. Así empieza este juego del gato y el ratón en el que sólo uno de los dos bandos puede seguir en pie, aunque es posible que la naturaleza destructiva de Baoh termine poniendo en peligro a la misma humanidad.

Araki se inicia así en el mundo de la ultraviolencia, una tendencia heredada del súper éxito El puño de la Estrella del Norte que seguiría arrastrando en posteriores producciones y, muy especialmente, en su famoso JoJo’s Bizarre Adventure. La corta duración de la historia no dio pie a que el autor mejorara mucho su estilo, y lo cierto es que ni siquiera aporta nada especial respecto a otros títulos coetáneos, pero ya empieza a vislumbrarse el interés del mangaka por lo sobrenatural y por la acción desenfrenada. Baoh fue un punto de inflexión en su carrera como dibujante, ya que fue con éste título cuando empezó a cambiar sus habituales historias de misterio y suspense por otras más centradas en lo espectacular y lo impactante. Eso sí, sin abandonarlas por completo en ningún momento. Studio Pierrot produjo una OVA basada en este manga allá por el año 1989, todavía más mediocre que el original, pero sin dejar de ser un ejemplo curioso de la evolución de Hirohiko Araki como maestro del manga.

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Faust

La literatura clásica está llena de novelas con un alto contenido filosófico que quizás no sea apropiado ni del gusto de todos: La divina comedia, La república, El príncipe… Por tanto, la aparición de adaptaciones como la siguiente pueden ser una buena alternativa para introducirse en las ideas de estos libros de gran relevancia en el mundo literario. Faust, de Osamu Tezuka, nos trae una versión más amigable del famoso relato que cautivó a los lectores del siglo XIX. El manga tiene ya más de 60 años, pues fue publicado en enero de 1950, y al contrario que otros títulos, éste fue lanzado directamente en tomo.

La trama sigue de forma muy resumida la obra de Goethe: el demonio Mefistófeles se divierte provocando el caos allá por donde pasa, y una de las cosas que más le gusta es engañar a los ángeles para convertirlos en ángeles caídos. Dios, harto de sus impertinencias, se enfrenta a él y le reta a que no puede llevarse el alma de Heinrich Faust, su humano favorito. Confiado por su habilidad, el diablo acepta la apuesta y baja a la Tierra para llevarla a cabo. Cambiando de escena, vemos a un Faust frustrado por su bloqueo con los estudios, pues por mucho que lee, se siente lejos de su objetivo de conocimiento infinito. Mefisto aparece ante él con la forma de un caniche negro y le ofrece la posibilidad de cumplir todos sus deseos a cambio de su alma, un trato que el estudioso firma encantado. Durante el resto de la historia, seguiremos la tragedia de Faust en su camino hacia la decadencia, pasando por su amor por la princesa Margaret, las complicadas condiciones del rey y el encuentro con la diosa Elena.

Tezuka leyó Faust repetidas veces cuando iba al instituto y la impresión que le produjeron los personajes le sirvió de inspiración para crear muchas situaciones de sus propias obras. De hecho, tanto le gustó que se animó a dibujar dos historias más, Las cien historias y Neo-Faust, en las que presentaría a Mefisto en nuevos dramas parecidos. Su intención al crear esta adaptación era, ni más ni menos, ofrecer una versión más accesible a través del manga, de forma que no sólo sirviera para que pudiera leerla más gente, sino también para convertir este formato en un medio importante dentro de las publicaciones japonesas. De este modo, el manga alcanzaba un nivel cultural un poco más alto y se vería con mejores ojos. No sabemos si llegó a tener o no el efecto que esperaba, pero está claro que fueron ideas como éstas las que llevaron a Tezuka a ser el dios que es considerado hoy en día, y de hecho le llevarían a firmar otras adaptaciones como Crimen y castigo o El mercader de Venecia. Debemos una reverencia, pues, a las desventuras del doctor Heinrich Faust.

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Aunque no es muy conocido por aquí ni hemos llegado a ver publicadas ninguna de sus obras, Kyosuke Usuta es uno de los autores más famosos y divertidos que han pasado jamás por la revista Shōnen Jump. Hace unos meses hablamos de su primer manga de éxito, Sexy Commando Gaiden: Sugoi yo!! Masaru-san, y ahora queremos hacer lo propio con su segundo hit en el semanario: Pyuu to Fuku! Jaguar. Jaguar ha sustituido a Masaru como icono del humor en la publicación de Shueisha, y aunque su serie apenas ofrecía siete u ocho páginas por número, su presencia ocupaba mucho más que otros manga coetáneos.

Kiyohiko Saketome es un joven de 17 años que decide convertirse en guitarrista profesional. Sin embargo, de camino a la audición de prueba se encuentra con el extraño Jaguar (Kanjya Gaaze). Jaguar es un músico que toca la flauta dulce y está completamente obsesionado con dicho instrumento, tanto que hace lo imposible para que el propio Kiyohiko y el mundo entero reconozca la valía de tan hermoso y melodioso invento. En sus esfuerzos por convertirse en músico profesional, Kiyohiko se encontrará múltiples veces con Jaguar, hasta el punto en que ambos llegan a compartir habitación en la residencia de la academia musical donde ambos estudian. Desde ese momento, su pasión por la música les hará vivir aventuras de lo más extravagantes (o no) en su lucha por convertirse en músicos de renombre, acompañados por un elenco de personajes tan variopintos como ellos, como pueden ser Hammer, el ninja hip-hopero; la flautista Tanaka; el vengativo actor Pogii, disfrazado como Wrestler Mask; o el robot Hamident (Hamii, para los amigos).

La publicación de Jaguar empezó a mediados del año 2000, sin muchas pretensiones ni esperanzas de durar mucho tiempo en la revista. Sin embargo, la buena acogida del manga y el creciente éxito del personaje en sí hicieron que alcanzara más de 400 capítulos, recogidos en un total de 20 tomos que terminaron de editarse en diciembre de 2010. Aunque el manga no cuenta con anime propio, se llegó a hacer una serie de animaciones en flash que luego se recopilarían en DVD, así como una película en live-action protagonizada por el famoso actor Jun Kaname. Completando la lista de material derivado, existen también un par de videojuegos basados en la serie: un RPG para PlayStation 2 y un juego de aventuras para Game Boy Advance, que reflejan bien el nivel de absurdez que alcanza el título original.

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No es la primera vez que hablamos sobre historias de macarras de instituto, pero el manga de hoy es bastante peculiar dentro y fuera de su género. El autor Taiyo Matsumoto, conocido por títulos como Tekkon Kinkreet o Takemitsu Zamurai, presenta su visión sobre los estudiantes problemáticos en su obra Blue Spring, que se publicó en 1993 repartida en varias de las revistas de Shogakukan: Big Comic Spirits, Gekkan! Spirits y Young Sunday, y que más tarde sería llevada al cine con una película de imagen real. El resultado es un reflejo de la frustración y la consiguiente rebelión que muchos jóvenes sufren en el ámbito académico, que todavía contrasta más con la aparente tranquilidad que se ve en la mayoría de centros japoneses.

La acción se divide en varias historietas independientes que no guardan relación entre ellas, al menos más allá de su evidente trasfondo escolar. Los protagonistas son los alumnos del Instituto Kitano, un centro decadente y lleno de grafitis donde los alumnos invierten más horas peleando, fumando y haciendo el gamberro que aprendiendo cualquiera de las asignaturas a las que (con suerte) asisten. Así pues, nos encontramos a algunos jugando a un peligroso juego en la barandilla de la azotea, o a otros dándolo todo en una partida de mahjong decisiva. Alcohol, sexo y delincuencia se dan de la mano en un ambiente que sólo invita a la apatía y a la trasgresión del orden.

Como en todo, hay algunos relatos más acertados que otros, pero todos tienen ese toque triste que el autor quiere transmitir. Y es que ésa es la idea principal del cómic. Para Matsumoto, la juventud es la primavera de la vida, un momento en que las personas empiezan a florecer y a vivir algunas de las experiencias más importantes de su vida, pero no importa lo apasionado que seas ni el esfuerzo que hayas invertido en esta época: al final no ocurre nada. Es una primavera triste, como bien reza el título. Por tanto, estos estudiantes no pueden hacer más que esperar a terminar el instituto y dar paso al verano. Esta filosofía se ve bien complementada con el dibujo irregular de Matsumoto, que en ocasiones se vuelve algo surrealista, mientras que en otras es bastante preciso e incluso cinemático. Desde luego no se trata de un título que pueda apreciar todo el mundo, pero vale la pena hincarle el diente sólo por saborear algunas historietas más que sobresalientes.

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