El shō es un instrumento tubular japonés que fue introducido desde China durante la era Nara (710-794). Está formado por 17 tubos de bambú, cada uno de ellos acoplado en la base a una lengüeta metálica de vibración libre exceptuando dos de ellos, que son silenciosos. El sonido del instrumento pretende imitar la llamada del fénix y es por esto que se conservan mudos estos dos tubos, como elemento estético por su parecido con dos alas. Al igual que con el sheng chino, es necesario afinar los tubos con un poco de cera. Puesto que la humedad en los tubos del shō hace que dejen de sonar bien, es común ver a los intérpretes usando unos pequeños braseros de carbón para calentarlos no lo están tocando. Su uso en el gagaku (la música cortesana del Japón imperial) implica el dominio de unos pequeños orificios llamados “aitake”, que se van sucediendo poco a poco proporcionando el acompañamiento a la melodía principal.
De hecho, el shō es uno de los tres principales instrumentos de viento madera utilizados en el conjunto de gagaku. Desde principios del siglo XX, numerosos compositores han compuesto melodías para este instrumento, ya sea a solo o en combinación con otros instrumentos, tanto japoneses como occidentales. Entre los más destacados se encuentran Toshi Ichiyanagi, Tōru Takemitsu, Jo Kondo, Maki Ishii, Joji Yuasa, Toshio Hosokawa y Minoru Miki.
Curiosamente, a pesar de su claro aspecto ceremonial, el shō ha logrado introducirse también en la música popular de occidente gracias a artistas como el alemán Stephan Micus o la famosa cantante islandesa Björk, quien lo usó como instrumento principal en tres canciones de su álbum Drawing Restraint 9 (que a su vez es banda sonora de la película homónima del artista Matthew Barney sobre la cultura japonesa y contra la caza de ballenas). Las tres canciones están interpretadas por Mayumi Miyata, una de las intérpretes japonesas de shō más importantes de Japón.
Mayumi Miyata en un concierto con la Orquesta Filarmónica de Tokio