Pues seguimos con un poco más de mitología, justo donde lo dejamos hace un par de semanas. Izanagi lamentó la muerte de su esposa Izanami y decidió emprender un viaje al Yomi, “la oscura tierra de los muertos”. Izanagi encontró poca diferencia entre Yomi y el mundo terrenal, a excepción de la oscuridad eterna. Sin embargo, esta sofocante tiniebla era suficiente para que añorara la luz y la vida que había en su mundo. Buscó rápido a Izanami y consiguió encontrarla al poco tiempo. Al principio, Izanagi no conseguía verla bien dado que las sombras cubrían su apariencia, pero aun así, le pidió que volviera con él. Izanami le escupió, informándole de que ya era demasiado tarde. Había probado la comida del inframundo y ahora era una con la tierra de los muertos, ya no podía volver a la superficie con los vivos.
Su marido quedó conmocionado por la noticia, pero se negó a rendirse a pesar de los deseos de ella por quedarse entre el oscuro abrazo de Yomi. Izanami aceptó entonces volver al mundo superior, pero primero le pidió descansar un poco y le pidió a Izanago que no entrara en su habitación. Tras una larga espera, Izanami no salía de su dormitorio y el marido empezaba a preocuparse. Mientras Izanami dormía, cogió la peineta que recogía su largo pelo y lo encendió para que le hiciera de antorcha. Bajo la luz del improvisado fuego vio la horrenda forma que tenía ahora la que una vez fue la bella y grácil Izanami. Ahora no era más que una masa pútrida de carne con bichos y gusanos recorriendo su maltrecho cuerpo.