La literatura clásica está llena de novelas con un alto contenido filosófico que quizás no sea apropiado ni del gusto de todos: La divina comedia, La república, El príncipe… Por tanto, la aparición de adaptaciones como la siguiente pueden ser una buena alternativa para introducirse en las ideas de estos libros de gran relevancia en el mundo literario. Faust, de Osamu Tezuka, nos trae una versión más amigable del famoso relato que cautivó a los lectores del siglo XIX. El manga tiene ya más de 60 años, pues fue publicado en enero de 1950, y al contrario que otros títulos, éste fue lanzado directamente en tomo.
La trama sigue de forma muy resumida la obra de Goethe: el demonio Mefistófeles se divierte provocando el caos allá por donde pasa, y una de las cosas que más le gusta es engañar a los ángeles para convertirlos en ángeles caídos. Dios, harto de sus impertinencias, se enfrenta a él y le reta a que no puede llevarse el alma de Heinrich Faust, su humano favorito. Confiado por su habilidad, el diablo acepta la apuesta y baja a la Tierra para llevarla a cabo. Cambiando de escena, vemos a un Faust frustrado por su bloqueo con los estudios, pues por mucho que lee, se siente lejos de su objetivo de conocimiento infinito. Mefisto aparece ante él con la forma de un caniche negro y le ofrece la posibilidad de cumplir todos sus deseos a cambio de su alma, un trato que el estudioso firma encantado. Durante el resto de la historia, seguiremos la tragedia de Faust en su camino hacia la decadencia, pasando por su amor por la princesa Margaret, las complicadas condiciones del rey y el encuentro con la diosa Elena.
Tezuka leyó Faust repetidas veces cuando iba al instituto y la impresión que le produjeron los personajes le sirvió de inspiración para crear muchas situaciones de sus propias obras. De hecho, tanto le gustó que se animó a dibujar dos historias más, Las cien historias y Neo-Faust, en las que presentaría a Mefisto en nuevos dramas parecidos. Su intención al crear esta adaptación era, ni más ni menos, ofrecer una versión más accesible a través del manga, de forma que no sólo sirviera para que pudiera leerla más gente, sino también para convertir este formato en un medio importante dentro de las publicaciones japonesas. De este modo, el manga alcanzaba un nivel cultural un poco más alto y se vería con mejores ojos. No sabemos si llegó a tener o no el efecto que esperaba, pero está claro que fueron ideas como éstas las que llevaron a Tezuka a ser el dios que es considerado hoy en día, y de hecho le llevarían a firmar otras adaptaciones como Crimen y castigo o El mercader de Venecia. Debemos una reverencia, pues, a las desventuras del doctor Heinrich Faust.