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Posts Tagged ‘Osamu Tezuka’

El 25 de enero es un día a recordar en la historia del manga, pues es la fecha en que nació uno de los autores más emblemáticos e importantes que Japón y el mundo entero tiene el gusto de recordar. Si Osamu Tezuka es conocido popularmente con el sobrenombre de “dios del manga”, se podría decir que su pupilo y amigo es entonces el “rey del manga”, un título en absoluto desmerecido que representa bien su labor como dibujante y su relevancia en este campo. Shotaro Ishinomori (cuyo verdadero apellido era Onodera) nació en la ciudad de Tome, Miyagi, en 1938. De pequeño se le consideraba un niño prodigio, y no tardó en demostrar su habilidad con la pluma a un nivel con el que los demás chavales sólo podían soñar.

En 1950, con apenas 12 años, envió una historieta a la revista Manga Shōnen con motivo de un concurso que celebraban, una gesta que le valió la oportunidad de trabajar como asistente de Tezuka en la elaboración de Astro Boy. Tiempo después, con algo más de experiencia y los consejos de su mentor, hizo por fin su debut con el manga Nikei Tenshi (“Un ángel de segunda categoría”), que firmó con el pseudónimo de “Ishimori”: una errata que mantendría durante 30 años hasta adoptar el “Ishinomori” por el que se le conoce ahora. El joven autor vivió una temporada en el famoso edificio Tokiwa-so, y aunque empezaba a surgir el entusiasmo por la animación, decidió que tendría más oportunidades centrándose en el mercado de los cómics.

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Aquí venimos con otra de las obras más notables del dios del manga. Duke Goblin (Goblin Kōshaku) se publicó en septiembre de 1985 en la revista Shonen Champion de Akita Shoten, y es uno de los cómics de ciencia-ficción más recordados del autor. A lo largo de los dos tomos de los que se compone, la historia presenta una aventura con un protagonista malvado, algo que no era nuevo en los manga de Tezuka, pero que impacta por el carisma que desprende y por la forma en que evoluciona el personaje. De nuevo, se trata de un título que pocos occidentales conocerán, pero que llegó a ser muy conocido en Japón y una de las obras más emblemáticas en la última etapa del artista, antes de fallecer pocos años después.

Un chico llamado Chinki ve el futuro en uno de sus sueños. En él aparece un enorme gigante de bronce con el nombre de Todaiki, que fue creado en la dinastía Yin de China unos 3000 años atrás. Para los antiguos chinos, el coloso era una deidad protectora, pero en realidad se trata de un robot destructor con poderes psíquicos. Chinki se obsesiona con encontrar a este dios del caos, y en su búsqueda conoce a Aiai, una chica con poderes sobrenaturales. El joven descubre que ella puede activar al gigante con su habilidad, aunque Aiai aún no sabe que posee este poder. Cuando por fin llegan hasta Todaiki, el alma de la chica se introduce accidentalmente en la enorme deidad, que empieza a moverse contra su voluntad y destruye un pueblo cercano. Chinki decide que conquistará el mundo con la fuerza apocalíptica del gigante y se da a conocer como Duke Goblin, azote de la humanidad, pero no tardará en encontrar opositores en la forma de Tenran, un monje budista, y Kanichi, un chico que ama a Aiai.

Duke Goblin nació como una de las últimas obras que firmó el genio japonés durante su carrera, pero se estableció como uno de sus clásicos de la ciencia-ficción, que además cuenta con uno de los elementos más habituales de Tezuka: la mezcla de fenómenos sobrenaturales e historia. Al autor le encantaba introducir elementos fantásticos en contextos de civilizaciones antiguas, y aquí tenemos un estupendo ejemplo de esa manía, que también se refleja en otras obras como Mitsume ga Tooru o Marine Express. Otro punto notable es el personaje de Chinki, que a diferencia de otros villanos protagonistas como Rock, es genuinamente malvado. Su carácter frío y megalómano choca con su debilidad física, creando un contraste muy curioso. Quizás por eso es uno de los personajes que más ganas tenían de ver de nuevo los lectores de Tezuka, aunque por desgracia, no fue posible.

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Nacido en Tokio en septiembre de 1926, Shinichi Hoshi creció en casa de sus abuelos y se graduó en Agroquímica por la Universidad de Tokio. Por desgracia, después de licenciarse pasó una época difícil debido a la muerte de su padre y a la quiebra de la farmacéutica familiar, en la que había empezado a trabajar poco después de terminar sus estudios. Su amor por la lectura le animó a publicar su primera historia corta en 1957, titulada Sextra, que sería incluida en la revista Houseki del mismísimo Rampo Edogawa. Hoshi decidió hacer suyo este formato de historia corta y compacta, en un intento de crítica social y de entendimiento de la naturaleza humana. Durante su carrera, el escritor realizó montones de estos relatos. Jinzou Bijin (“Belleza artificial”), su primera recopilación, fue nominada al Premio Naoki por su gran calidad.

Más tarde, la historia Mousou Ginkou (“El banco del delirio”) ganó el Premio Japonés de Escritores de Misterio en 1968. Más o menos en la misma época, una película basada en su historia Hana to Himitsu (“Flores y secretos”) ganó un premio en Festival Internacional de Cine Infantil de Venecia. Hoshi siguió ganando galardones y agradó mucho a sus lectores por las representaciones que hacía del futuro y de la existencia moderna, lo que incluía todo tipo de situaciones extrañas, giros sorprendentes en la trama y finales inesperados que dejaban a la gente con la boca abierta. Al leer estos relatos, uno encuentra siempre cierta moraleja edulcorada con un humor muy inteligente, que pone de manifiesto los aspectos clave de la condición humana.

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Faust

La literatura clásica está llena de novelas con un alto contenido filosófico que quizás no sea apropiado ni del gusto de todos: La divina comedia, La república, El príncipe… Por tanto, la aparición de adaptaciones como la siguiente pueden ser una buena alternativa para introducirse en las ideas de estos libros de gran relevancia en el mundo literario. Faust, de Osamu Tezuka, nos trae una versión más amigable del famoso relato que cautivó a los lectores del siglo XIX. El manga tiene ya más de 60 años, pues fue publicado en enero de 1950, y al contrario que otros títulos, éste fue lanzado directamente en tomo.

La trama sigue de forma muy resumida la obra de Goethe: el demonio Mefistófeles se divierte provocando el caos allá por donde pasa, y una de las cosas que más le gusta es engañar a los ángeles para convertirlos en ángeles caídos. Dios, harto de sus impertinencias, se enfrenta a él y le reta a que no puede llevarse el alma de Heinrich Faust, su humano favorito. Confiado por su habilidad, el diablo acepta la apuesta y baja a la Tierra para llevarla a cabo. Cambiando de escena, vemos a un Faust frustrado por su bloqueo con los estudios, pues por mucho que lee, se siente lejos de su objetivo de conocimiento infinito. Mefisto aparece ante él con la forma de un caniche negro y le ofrece la posibilidad de cumplir todos sus deseos a cambio de su alma, un trato que el estudioso firma encantado. Durante el resto de la historia, seguiremos la tragedia de Faust en su camino hacia la decadencia, pasando por su amor por la princesa Margaret, las complicadas condiciones del rey y el encuentro con la diosa Elena.

Tezuka leyó Faust repetidas veces cuando iba al instituto y la impresión que le produjeron los personajes le sirvió de inspiración para crear muchas situaciones de sus propias obras. De hecho, tanto le gustó que se animó a dibujar dos historias más, Las cien historias y Neo-Faust, en las que presentaría a Mefisto en nuevos dramas parecidos. Su intención al crear esta adaptación era, ni más ni menos, ofrecer una versión más accesible a través del manga, de forma que no sólo sirviera para que pudiera leerla más gente, sino también para convertir este formato en un medio importante dentro de las publicaciones japonesas. De este modo, el manga alcanzaba un nivel cultural un poco más alto y se vería con mejores ojos. No sabemos si llegó a tener o no el efecto que esperaba, pero está claro que fueron ideas como éstas las que llevaron a Tezuka a ser el dios que es considerado hoy en día, y de hecho le llevarían a firmar otras adaptaciones como Crimen y castigo o El mercader de Venecia. Debemos una reverencia, pues, a las desventuras del doctor Heinrich Faust.

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A caballo entre historia futurista y drama humano, Miraijin Kaos (“Kaos, el hombre del futuro”) nos trae un relato de ciencia-ficción sobre la traición y el compañerismo. Osamu Tezuka estuvo dibujando este manga desde abril de 1978 hasta enero de 1979 en la revista Shonen Magazine de Kodansha. El autor se aleja de nuevo de las historias más sencillas y ociosas que venía haciendo hasta el momento y se dirige a un público más juvenil, procurando ofrecer una publicación interesante a la vez que se dedica a indagar una vez más en la tribulada psique de los seres humanos.

Koji Suhami y Jo Daigo son dos amigos de la infancia que ahora quieren probar suerte en el ingreso a una prestigiosa academia. Al final, Koji es el único que logra entrar, así que cuando una misteriosa figura tienta a Jo con matar a su amigo para tomar su plaza, la envidia y la avaricia le llevan a cometer un horrible asesinato. Curiosamente, Koji aún tiene mucho que vivir: una chica se lleva el cadáver al espacio y allí le devuelve la vida usando un cuerpo de androide, para luego enviarlo de vuelta a la Tierra. El joven descubre que han pasado 10 años desde su muerte y que su “amigo” es ahora el director general del Gabinete de Expatriación Espacial, que sorprendido por su regreso, le exilia al desolado planeta Caos para deshacerse de él. Las desgracias de Koji no terminan aquí, ya que una lluvia de meteoros acaba con toda la vida del planeta y se queda solo, hasta que un alienígena realiza un aterrizaje de emergencia cerca de donde se encuentra. Así inicia una vida de peregrinaje y desesperación, visitando distintos planetas hasta volver de nuevo a la Tierra para un enfrentamiento final con su antiguo amigo Jo.

Tezuka se basó en la figura de Robinson Crusoe para relatar las desventuras de Caos en el espacio exterior, pero no hay duda de que su obra supera en acción y profundidad a la de Daniel Defoe. Al japonés le encantaba explorar distintas facetas de la mentalidad humana, y en este caso el objetivo de su investigación fue el concepto de la amistad: la historia presenta el terrible pecado de la traición para luego presentar todo tipo de situaciones al pobre Koji. En su periplo encontrará y perderá a varios compañeros, encontrará ayuda en el bando enemigo y rechazo en sus aliados, y todo para descubrir si es posible recuperar una amistad perdida cuando todo parece indicar que es imposible. Como nota curiosa, el hecho de que medio año antes se estrenara la primera película de Star Wars inspiró al autor para dibujar algunas de las naves espaciales que aparecen en la serie, un dato divertido que apunta a que incluso el dios del manga disfrutó con la película de Lucas.

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Las historias largas no son lo único que dominaba el gran dios del manga, sino que también tenía cierta afinidad con los pequeños relatos. The Crater es un compendio de historias que recoge algunas de estas creaciones de Tezuka, y que muy al estilo de series como Más allá del límite o Dimensión desconocida (o Bajo el aire, del propio autor) pretende entretenernos con personas normales que se encuentran en situaciones más bien anormales. Desde luego, no cuentan con la profundidad de otras obras más extensas, pero esta carencia se compensa con otras cualidades que las vuelven igual de disfrutables.

Aunque la colección se titula El cráter, el nombre no guarda ningún significado especial, sino que sólo toma prestado el de una de las historias que contiene. Los relatos, de muy diversa índole, abarcan desde el misterio hasta el terror o la ciencia-ficción. Por ejemplo, La mansión octagonal muestra la vida de un joven si no hubiera seguido su sueño de dibujar manga; La estación de ganar propone la idea de una tubería que permite viajar atrás en el tiempo; El cráter, por su parte, es la historia de un astronauta que queda abandonado en un cráter de la Luna. Cada episodio tiene cierta moraleja o un mensaje para el lector, y la mayoría contienen giros en el desenlace que intentan sorprender como sólo Tezuka sabe hacerlo. En total, 17 historias independientes para gozar con el lado más inquietante del dios del manga.

Aunque los relatos no tienen ninguna relación entre ellos, el protagonista de casi todos es el joven Ryuichi Kuma, encarnando cada vez a un personaje diferente. El propio autor comenta que lo hizo para dar una sensación de unidad a la obra. De nuevo, Tezuka emplea sus ocurrencias para explorar la mente humana y algunos de sus temas favoritos: la ilusión, la avaricia, el remordimiento… cada capítulo es un fragmento de su curiosidad por saber más sobre el comportamiento de las personas. Así pues, es probable que sean vistas como historias bastante extrañas, unas veces más dramáticas que otras, pero no hay duda de que se disfrutan y nos animan a reflexionar sobre los temas que tratan. The Crater fue publicado entre 1969 y 1970 en las páginas de la revista Shōnen Champion.

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Viendo las historias que hemos estado descubriendo últimamente, da la impresión de que Tezuka sólo se dedicaba a crear historias oscuras y tremebundas, pero no hay que olvidar que también dedicó su talento a escribir otras más sencillas e igualmente especiales. Tritón del mar (Umi no Triton) es un manga de aventuras que sigue el espíritu de otras obras más antiguas (Lost World, Astro Boy…) pero evoluciona el concepto que siguen para crear algo un poco más complejo a nivel argumental. Curiosamente, aunque ni el manga ni la serie llegaron a España, sí lo hizo la película resumen, con el nombre de El triunfo de los tritones/Pipi, la sirena, y el tritón del mar.

Tritón es un joven sireno que fue encontrado y criado por humanos cuando apenas era un bebé. Aunque al principio desconoce sus verdaderos orígenes, unos monstruos marinos le atacan y desde entonces empieza a sospechar sobre cuál es su verdadera identidad. Con la ayuda de una delfina llamada Luka, Tritón descubre que en realidad es el último superviviente de Atlantis, y que su familia estuvo luchando durante mucho tiempo contra el malvado dios Poseidón. Él y sus numerosos monstruos gobiernan ahora los mares de todo el mundo, y han llevado a la raza de los sirenos al borde de la extinción. Así pues, Tritón vuelve al mar con la ayuda de sus amigos delfines para cumplir con su misión de descubrir el misterio de sus orígenes, vengar a su familia y acabar con la amenaza de Poseidón y su descendencia.

Al contrario que la mayoría de mangas, Tritón del mar se publicó en las páginas del periódico Sankei Shinbun a razón de una página al día, desde el 1 de septiembre de 1969 hasta el 31 de diciembre de 1971. Su nombre original era Aoi Triton (“Tritón azul”), pero decidieron cambiarlo a Tritón del mar para que coincidiera con la nueva adaptación animada que se estrenó al año siguiente en televisión. Cabe decir que el anime cuenta con muchísimos cambios respecto a la obra original, siendo junto a Kimba, el león blanco la adaptación que más difiere del manga en que se basa. Como en muchas de sus obras, Tezuka explora en ésta algunos de sus temas favoritos, como las relaciones humanas o la destrucción del mundo natural. En general, un título que representa bien el lado aventurero del autor y que supone un buen ejemplo del género de acción en su catálogo.

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Tras el experimento con Vampires, Tezuka siguió indagando en los recovecos más oscuros de la mente humana y presentó a sus lectores Alabaster, un manga de tres tomos publicado originalmente en la revista Shōnen Champion entre diciembre de 1970 y junio de 1971. Curiosamente, el cambio fue tan radical que muchos de los fans del autor protestaron por la historia tan llena de maldad que se encontraron. Acostumbrados a la dulzura de personajes como Astro Boy y otros, los protagonistas de Alabaster crearon una gran controversia por el pesimismo y la falta de moral que exhibían, lo que ligado a la falta de moraleja y a la exploración de temas mucho más maduros nos lleva a considerar ésta como una obra muy cruda en conjunto.

James Block era un joven deportista de color al que todos admiraban. Sin embargo, tras sufrir el rechazo de la mujer que le gustaba, se volvió loco y atropelló a varias personas con el coche en medio de la ciudad. Una vez en prisión, el atleta conoce a un misterioso científico que le habla sobre su última creación: el láser F, un rayo que pude hacer invisible todo aquello que ilumina. Block está decidido a deshacerse de la piel negra que tantos problemas le ha traído y a vengarse de la chica que le condujo a su lamentable situación, así que en cuanto es puesto en libertad, va directo a buscar el increíble láser que le ayudará en su vendetta. Sin embargo, el dolor que se sufre en el proceso le obliga a apartarse antes de que lo mate y por tanto la transformación no se lleva a cabo por completo, quedando desfigurado con una piel traslúcida que deja ver los músculos y las venas de todo su cuerpo; así pues, cambia su nombre por el de Alabastro y empieza a eliminar a todos aquellos que se jactan de su belleza.

En su cruzada criminal, el pérfido antagonista se encuentra con Ami, la nieta del doctor F, con la que también experimentó cuando aún estaba en el vientre de su madre y que ahora es completamente invisible. Alabastro usará a la joven para sus oscuros propósitos, aunque no tardará en llamar la atención de Rock, un agente corrupto del FBI que se convertirá en la horma de su zapato. Es interesante notar que a excepción de Rock, un “actor” que suele encarnar papeles bastante siniestros, Tezuka no usa a ninguno de sus personajes habituales, que probablemente resultarían demasiado cómicos para una historia tan oscura como ésta. Se podría considerar, pues, que es este manga el que inicia la transformación del autor en el llamado “Tezuka oscuro”, que le llevaría a firmar otras obras igual de retorcidas y dramáticas como Oda a Kirihito o MW.

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Después de Astro Boy, es probable que uno de los personajes más relevantes de Tezuka sea Sharaku, protagonista de Mittsume ga Tooru (“El hombre de los tres ojos”). El autor confiesa que la personalidad simplona del protagonista es un reflejo de sí mismo cuando iba a la escuela, un niño del que los demás se solían burlar a menudo. Sin embargo, las aventuras su alter ego son lo bastante interesantes como para entretener a jóvenes y adultos por igual. Así mismo, su influencia quedaría patente en posteriores obras donde también juega un papel importante, demostrando la gran acogida que tuvo el manga en su momento.

La historia se separa en distintas aventuras, algunas más largas que otras. Sharaku es un niño huérfano adoptado por el doctor Kenmochi, que pronto se da cuenta de que tiene un tercer ojo y una personalidad bastante siniestra. El doctor le coloca unas tiritas en la frente para taparlo y le advierte de que no debe quitárselas nunca, a riesgo de que suceda algo muy malo. Sin embargo, ya sea por accidente o por cualquier otra circunstancia, la cuestión es que el tercer ojo que da siempre al descubierto, y por tanto el apacible Sharaku se convierte en un temible demonio que sólo piensa en conquistar el mundo. Más tarde descubrirá que pertenece a la legendaria tribu de los tres-ojos, que dejaron su legado en forma de las distintas ruinas que hay por el mundo, y partirá para investigarlas y descubrir más sobre su raza y sobre sí mismo.

Mittsume ga Tooru se estrenó en la revista Shōnen Magazine de Kodansha en julio de 1974 y terminó cuatro años más tarde después de 13 tomos de aventuras. Los temas de la doble personalidad y la coexistencia de las razas estuvieron muy bien desarrollados, lo suficiente como para rescatar al personaje en posteriores historias como Buda o Black Jack, caracterizando papeles distintos cada vez pero siempre muy importantes. En otras ocasiones, Sharaku ha servido también como villano, uno de los más representativos del famoso Sistema Estelar del autor. Toei Animation produjo una película en 1985, mientras que Tezuka Production hizo una serie animada de 48 episodios en los ’90. Aun así, es probable que el producto derivado más conocido sea el estupendo videojuego que Natsume lanzó para NES en 1992, y que todavía hoy es considerado uno de los mejores de la consola.

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Tezuka empezó su carrera con personajes amigables y honestos como los que triunfaban en las aventuras occidentales, pero poco a poco fue introduciendo protagonistas más oscuros y cuestionables. Obras como Black Jack o Ayako nacieron de este primer cambio, que vino dado por Vampires. Desde luego, no se trata de una historia tan madura como otras que la sucederían, pero es aquí donde se inicia el viaje del autor por la moralidad humana. Así mismo, este homenaje a Macbeth supone el cambio definitivo de Rock, uno de los actores principales del Sistema Estelar, que aparece por primera vez en el papel de villano carismático que le caracteriza.

La historia empieza con una comunidad de vampiros que se dispersa porque los humanos van a repoblar su valle. Aunque ya no pueden quedarse en su pueblo, su objetivo es provocar una revolución que destruya la sociedad humana y haga que las personas vuelvan a comportarse como bestias, para poder hacer todo el mal que quieran. Toppei, el protagonista, es uno de estos vampiros, pero se niega a seguir el plan de su progenie. Lo que quiere es vivir tranquilo en la ciudad y convertirse en dibujante, pero su condición sobrenatural no hace más que darle problemas. Pese a ser un vampiro, cada vez que ve la luna o se pone nervioso, se convierte en lobo y no puede controlar sus acciones. Las cosas se ponen aún peor cuando el joven Rock descubre su transformación y empieza a chantajearle para que le ayude en sus fechorías.

Vampires supuso un punto de inflexión en la obra de Tezuka, quien empezó a prestar más atención al lado oscuro de la mente humana. El manga inició su publicación en las páginas de la revista Shōnen Sunday de Shogakukan en 1966, recogido en un total de cuatro tomos. La obra se divide en dos partes: la primera sigue las tribulaciones de Toppei, y la segunda presenta a los Ueko (animales que pueden transformarse en humanos) en distintas historias separadas. Este segundo bloque nunca llegó a terminarse, pero los pequeños relatos que contiene aportan arrojan mucha luz sobre la primera parte y sobre otros trabajos del autor, especialmente en Fénix. Así mismo, existe una serie que mezcla acción real y animación en la que trabajó el propio Tezuka, pero que no terminó de satisfacerle. Aunque no es uno de sus mangas más conocidos, podemos afirmar con rotundidad que se trata de uno de los más importantes en su currículum, tanto por la historia como por el tema que trata.

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