
Ya sabéis que nos encanta descubrir cosas nuevas, historias de ésas que nadie conoce pero que valen mucho la pena. Hoy queremos sacar del anonimato una de esas historias, una película del Studio 4ºC que curiosamente es conocida en Japón como una de las obras feministas más famosas en el mundo de la animación. La princesa Arete (Ariite Hime), basada en la novela La princesa perspicaz de Diana Coles, cuestiona el papel sumiso de la mujer y critica el ideal machista a través de un cuento fantástico ambientado en el Medievo.
Encerrada en la torre del castillo, la princesa Arete pasa el tiempo contemplando la ciudad por su ventana, observando a la gente en su trabajo y cómo interaccionan entre ellos. Aunque aún es una niña, su padre y los consejeros del reino tienen claro que Arete debe casarse y asegurar así el legado de esta gran civilización. Para elegir al candidato adecuado, los caballeros del reino compiten por conseguir unos objetos mágicos y conseguir así el derecho a unirse en matrimonio con la princesa y gobernar el reino. Sin embargo, Arete no quiere nada de esto. Su mayor deseo es conocer a los habitantes de su pueblo y viajar a esas tierras tan exóticas que ha visto en los libros que oculta bajo su cama, quiere huir de esa vida sin voz ni voto que supone ser princesa. Un día, el hechicero Boax llega en una increíble máquina de vuelo y le pide matrimonio para así poder convertirla en una princesa digna. Con su magia, el brujo hechiza a Arete para convertirla en una hermosa doncella que siga sus órdenes y la lleva a su decrépito castillo, donde la encierra para evitar que se cumpla una profecía: ella es la única que puede anular su inmortalidad. A partir de entonces, Arete deberá luchar por escapar de dos prisiones, la física y la mental, en pos de la libertad que siempre ha deseado.
Cabe destacar que siendo hombre, el director Sunao Katabuchi decidió cambiar parte del argumento porque no se veía capaz de plasmar todo el sentimiento feminista del libro. En vez de eso, prefirió orientar la historia haciendo hincapié en el valor de la vida, aunque siguen manteniéndose muchas de las ideas originales. La propia Arete es un muy buen ejemplo de ello. Lejos del estereotipo de princesa Disney al que nos tienen acostumbrados estas historias, Arete es una niña de aspecto normal, que rehúye de la pomposidad que exige su estatus y sueña con compartir vivencias con los demás, como hace la gente común. Para conseguir lo que quiere, la protagonista no usa su atractivo ni su carisma, sino la inteligencia y una gran sagacidad para superar los obstáculos que se le presentan, un mensaje que perdura en toda la película y que se une de forma hábil a otras críticas como la explotación infantil, el conflicto entre clases o el abuso del poder masculino. A nivel técnico, el film es inmejorable. El dibujo, y en especial los escenarios, son de una belleza espectacular. La música, de Akira Senju, también es de un nivel notable y se acopla perfectamente a la acción. El único fallo el ritmo extremadamente lento que muestra, y que seguramente disguste a aquellos que os decidáis a verla. Sin duda, un error que de no estar presente, haría de la película una producción al nivel del Studio Ghibli, y no exageramos en absoluto.
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