No es la primera vez que hablamos sobre historias de macarras de instituto, pero el manga de hoy es bastante peculiar dentro y fuera de su género. El autor Taiyo Matsumoto, conocido por títulos como Tekkon Kinkreet o Takemitsu Zamurai, presenta su visión sobre los estudiantes problemáticos en su obra Blue Spring, que se publicó en 1993 repartida en varias de las revistas de Shogakukan: Big Comic Spirits, Gekkan! Spirits y Young Sunday, y que más tarde sería llevada al cine con una película de imagen real. El resultado es un reflejo de la frustración y la consiguiente rebelión que muchos jóvenes sufren en el ámbito académico, que todavía contrasta más con la aparente tranquilidad que se ve en la mayoría de centros japoneses.
La acción se divide en varias historietas independientes que no guardan relación entre ellas, al menos más allá de su evidente trasfondo escolar. Los protagonistas son los alumnos del Instituto Kitano, un centro decadente y lleno de grafitis donde los alumnos invierten más horas peleando, fumando y haciendo el gamberro que aprendiendo cualquiera de las asignaturas a las que (con suerte) asisten. Así pues, nos encontramos a algunos jugando a un peligroso juego en la barandilla de la azotea, o a otros dándolo todo en una partida de mahjong decisiva. Alcohol, sexo y delincuencia se dan de la mano en un ambiente que sólo invita a la apatía y a la trasgresión del orden.
Como en todo, hay algunos relatos más acertados que otros, pero todos tienen ese toque triste que el autor quiere transmitir. Y es que ésa es la idea principal del cómic. Para Matsumoto, la juventud es la primavera de la vida, un momento en que las personas empiezan a florecer y a vivir algunas de las experiencias más importantes de su vida, pero no importa lo apasionado que seas ni el esfuerzo que hayas invertido en esta época: al final no ocurre nada. Es una primavera triste, como bien reza el título. Por tanto, estos estudiantes no pueden hacer más que esperar a terminar el instituto y dar paso al verano. Esta filosofía se ve bien complementada con el dibujo irregular de Matsumoto, que en ocasiones se vuelve algo surrealista, mientras que en otras es bastante preciso e incluso cinemático. Desde luego no se trata de un título que pueda apreciar todo el mundo, pero vale la pena hincarle el diente sólo por saborear algunas historietas más que sobresalientes.
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