A día de hoy, se desconoce a ciencia cierta si tenemos constancia de todas las producciones que surgieron durante este primer periodo de la animación a principios de siglo. Es posible que el tiempo haya desgastado varias de las cintas originales y que otras sigan por descubrir en el desván de alguna casa privada, por no hablar del material que seguramente se perdió durante la Segunda Guerra Mundial. Así mismo, se sabe que después de haberse proyectado las veces convenidas, varias fueron a parar a cines de pueblos pequeños, donde se recortaron los fotogramas de los rollos para ser vendidos como recuerdo. Sin embargo, en ningún caso quiere esto decir que haya pocas obras supervivientes ni tampoco que su contenido siga siendo una incógnita. Contrariamente a lo que pudiera parecer, son bastantes las producciones animadas que se han descubierto pertenecientes a esta época y que representan un legado muy importante a la hora de indagar en la evolución de este medio.
El primer título del que podemos hablar es Katsudō Shashin (“Imagen animada”), descubierto el 31 de julio de 2005 por el profesor Natsuki Matsumoto en un viejo proyector de una familia de Kioto, escondido entre una colección de rollos de animación extranjera. No se sabe quién fue su creador ni tampoco la fecha en que fue elaborada, pero se especula que la cinta tiene fecha de 1907, apenas una década después de que Reynaud presentara en Francia su famoso Théâtre Optique. Con apenas 50 fotogramas, unos tres segundos de metraje, nos muestra a un hombre vestido de marinero que escribe los ideogramas “katsudō shashin” en una pared, para luego volverse y saludar quitándose el gorro. Esta pequeña muestra, elaborada probablemente para uso privado, constituye, pues, el trabajo de animación japonesa más antiguo conocido hasta el momento.