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Posts Tagged ‘Oni’

De acuerdo con el cuento original, Momotarō llegó al mundo dentro de un melocotón gigante que iba flotando por un río. Una anciana que estaba lavando la ropa lo encontró, y al abrirlo en casa para comérselo, ella y su marido descubrieron que había un niño dentro. El niño explicó que le habían enviado desde los cielos para ser su hijo, y la pareja decidió llamarle Momotarō (siendo momo «melocotón» y tarō un nombre típico de niño).

Años más tarde, Momotarō deja a sus padres para luchar contra una banda de malvados oni que tienen su base en una isla remota. En su camino, el joven guerrero se hace amigo de un perro, un mono y un faisán que aceptan acompañarle en su aventura a cambio de unas bolitas de mijo. Al llegar a la isla, se encuentran con que la puerta de la fortaleza está cerrada a cal y canto, pero el faisán vuela por encima y roba la llave para abrirla. Dentro, los cuatro amigos luchan con valentía y logran derrotar a la banda, consiguiendo que se rindan al fin. Momotarō vuelve a casa con el tesoro que guardaban y con el jefe de los oni como prisionero, tras lo cual vivió para siempre feliz con su familia.

Como en la mayoría de cuentos y mitos, existen algunas variaciones de la historia. La más conocida explica que los ancianos comieron del melocotón y éste les devolvió la juventud, por lo que tuvieron la oportunidad de tener un hijo que se convirtió en el valiente Momotarō. La historia de Momotarō está muy ligada a la ciudad de Okayama, y es probable que tuviera sus orígenes allí mismo. El personaje es tan apreciado allí que tiene una estatua dedicada frente a la estación de trenes. La famosa isla de los demonios, Onigashima, se asocia a la isla de Megijima, cerca de Takamatsu, debido a la gran cantidad de cuevas que contiene.

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Las descripciones de los oni varían mucho entre ellas, pero en general se los representa como criaturas gigantes con cuernos y grandes colmillos. Aunque su piel puede ser de cualquier color, los más comunes son el rojo y el azul. Suelen llevar un garrote, llamado kanabo, y un taparrabos de piel de tigre. Se dice que la apariencia de los oni viene condicionada por una idea de China. Hace muchos siglos, la dirección noreste recibió el nombre de “kimon” (puerta demoníaca) y se consideró una dirección de desdicha por la que pasaban los malos espíritus. Basándose en la asignación de los doce animales del zodiaco a las direcciones existentes, la kimon pasó a llamarse “ushitora” (buey-tigre), y de ahí que los oni tengan cuernos y colmillos.

Algunas leyendas explican que los oni son subordinados del gran rey Enma, guardián del infierno, y que trabajan torturando las almas de los pecadores. Enma cuenta con dos ayudantes especiales, akaoni y aooni (literalmente, “oni rojo” y “oni azul”), que le asisten en sus tareas infernales. Pero aunque suelen pasar allí la mayor parte del tiempo, los demonios amenazan también a los humanos de este mundo, acechando en las montañas y en pequeños pueblos alejados de las urbes.

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Si habéis estado atentos a las noticias (o puede que sólo mirando por vuestra calle) ya sabréis que acabamos de entrar en el nuevo año chino. En Japón no se celebra esta festividad, pero el día tres de febrero tiene lugar otra que mantiene cierta relación con ella, ya que conmemora la entrada de la primavera según el sistema división lunar. En el Setsubun se realizan ritos de purificación y exorcismo: se abren las ventanas y las puertas y se llevan a cabo ceremonias para expulsar de la casa a los demonios y espíritus malignos.

Los símbolos tradicionales del setsubun

Durante el siglo VIII existía la costumbre de cazar a los demonios con arco y flechas, una tradición importada de China, en donde todavía se celebra así. Más tarde, durante la era Muromachi (1392-1573), se adquirió la costumbre de quemar cabezas de sardinas secas, ciertos tipos de madera y de tocar los tambores, pues se creía que el humo y el sonido espantarían a los demonios. En el periodo Edo (1600-1868) se incorporó un nuevo rito que ha perdurado hasta ahora: los japoneses arrojan semillas tostadas de soja fuera de casa o, en el caso de los niños, a alguien disfrazado de demonio, todo al grito de «Oni wa soto, fuku wa uchi!» (afuera los demonios, adentro la fortuna). Después, cada miembro de la familia tiene que comer tantas semillas como años ha cumplido. Aún así, en algunas casas todavía se conserva la costumbre de colgar cabezas secas de pescado y hojas de árboles sagrados.

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